DE LA COLONIZACION A LA ALDEA GLOBAL
A comienzos del siglo XX, algunos campesinos llegaron a la región de San Martín huyendo de la violencia ocasionada en el Tolima, Cundinamarca, y otros departamentos del centro de Colombia. Aquellos desplazados arribaron allí para tratar de llevar una vida tranquila, pero los actos vandálicos comenzaron a surgir y obligaron a retirarse de allí en busca de un nuevo refugio.
En su huída los campesinos encontraron un pequeño terreno y en el observaron un lugar tranquilo para vivir, ya que se encontraba a orillas del caño guadualito. Allí empezaron a construir una pequeña comunidad para resguardarse de la violencia social.
La pequeña comunidad empezó a crear chozas par resguardarse del sol y la lluvia. Como no tenían muchos materiales estas chozas tenían estructuras de guaduas. Las paredes y el techo eran construidas con hojas de moriche y palmas de la región. Años después, estas humildes chozas fueron incendiadas y los pobladores nuevamente se desplazaron hasta llegar al sitio donde actualmente se encuentra la cabecera municipal: tal vez llamó su atención la gran sabana que allí termina para dar paso a un valle fértil. Allí comenzaron a construir de nuevo sus viviendas. Después de algunos años observaron que estos materiales no eran muy consistentes y por lo tanto eran poco duraderos. Entonces surgió la mezcla de barro, excremento y pasto para crear una mezcla homogénea llamada bahareque con lo cual construyeron paredes mas resistentes.
Los colonizadores y los indígenas autóctonos del lugar tenían problemas para igualar sus formas de pensar y de actuar, ya que cada grupo se vestía de acuerdo con la cultura de la sociedad en la cual convivían. Los colonizadores pensaban que los indígenas utilizaban muy poca ropa. Por su parte los indígenas creían que era una exageración cubrirse todo el cuerpo. Finalmente los colonizadores lograron que los indígenas cambiaran su manera de vestir por la que ellos venían usando. Al comienzo fue algo confuso, pero los indígenas se lograron acoplar a la nueva manera de vestir, lo cual facilito su interacción con la sociedad civilizada.
A la hora de alimentarse También fueron notorias las diferencias, los indígenas se alimentaban con insectos, gusanos, tubérculos y comidas exóticas como caracoles y monos. Los colonizadores en su mayoría rechazaban estos alimentos, pues algunos incluso les causaban repugnancia. Pronto los colonizadores domesticaron animales y se ocuparon en cultivar nuevas especies de vegetales.
En la comunidad los colonizadores decidieron que se debería crear un gobierno que los defendiera de otra posible invasión como la que les había sucedido en San Martín. Pero antes tenían que planteárselo a los indígenas. Los indígenas al comienzo se opusieron, pero pensándolo mejor decidieron que el gobierno electo debería respetar su cultura y religión en la que venían creyendo.
Al comenzar a cultivar surgieron las necesidades de algunas maquinas y herramientas: con su ingenio crearon algunas herramientas y consiguieron otras como el azadón, el machete, la pala y muchos otros implementos, que ayudarían a agilizar el trabajo para mejorar la producción.
Con el paso de los años para la década del 70, las mujeres para ganar algo de dinero salían y vendían sus artesanías y telas que habían aprendido ha hacer gracias a los colonizadores, y debes en cuando ayudaban a sus esposos en el trabajo del campo como lo era la siembra y recolección de cosechas.
Para bañarse ellos arribaban quebradas, arroyos y empezaron a surgir las preferencias por la calidad del agua, por los más cercanos y por los que tuvieran la mayor cantidad de peces que también hacían parte de su alimento y que lograban conseguir con la ayuda de lanzas y plantas venenosas como el barbasco.
Con el pasar del tiempo los turistas no se hicieron esperar y llegaban a conocer aquellos sitios de los que los pobladores tanto les hablaban, recorrían por toda la provincia, disfrutando al contemplar sitios como loma redonda, los morichales y su cucarroncito de oro, el caminito real, las playas del rio Ariari, etc. Cuando regresaban a sus hogares comentaban de aquellos sitios a los demás turistas que se interesaban por llegar allí.
Con el paso de los años (2001), el pueblo ya era habitado por unas muchas familias que habían construido sus casas de concreto. Tenia parques, tiendas y había crecido en lo económico al igual que en lo social. En lo económico por que sus habitantes vendían los productos que cultivaban y en lo social por que aunque ya habitaban algunos grupos armados en la comunidad no se veían problemas sociales como riñas, hurtos, etc.
Una mañana del mes de octubre del año 2004, aquella tranquilidad se vio amenazada por el estallido de un artefacto llamado por la comunidad carro bomba que afortunadamente no dejo heridos ni victimas mortales, pero dejo averiadas algunas viviendas y dejando muy asombrada a la comunidad. Pero la historia no término allí. El pueblo lo superó y hoy en el año 2010 ya existen varias casas de dos pisos, cuando antiguamente la única existente era la de don Luis Castro. También se han pavimentado la mayoría de calles, y la que en la década de los setenta fuera llamada “La calle de los tramposos” por ser el lugar de desplazamiento de quienes tenían deudas en los almacenes y cantinas del centro, hoy es parte de la importante troncal que comunica a Villavicencio con San José del Guaviare., múltiples almacenes, supermercados, y discotecas han abierto sus puertas ofreciendo sus servicios a la comunidad fontorense y a los turistas. También se han creado cafés internet que nos permiten viajar por la red, y acceder al mundo con un solo clic. De otra parte, la tecnología celular de finales del siglo XX, nos permite comunicarnos sin ningún problema a nivel nacional e incluso internacional.
Si todo esto ocurrió aproximadamente en 70 años, imaginemos un poco y llegaríamos a la siguiente conclusión: si logramos llegar al punto de ser parte de la aldea global; al cabo de otros 70 años llegaríamos a ser incluso tan grandes como Villavicencio, tendríamos metro, teleférico, autobuses, semáforos y seguramente hasta un aeropuerto. Por eso quiero concientizar a la comunidad que cuiden del pueblo, vereda o municipio en el que habiten, y siempre busquen su progreso utilizando su mayor riqueza: La fuerza de su trabajo.