LA CEIBA, EN LA LUNA UN ICONO PARA FUENTEDEORO Y EL ARIARI.

LA CEIBA, EN LA LUNA UN ICONO PARA FUENTEDEORO Y EL ARIARI.
FOTO TOMADA POR JAIRO PARRADO.........

sábado, 30 de mayo de 2015

Los abuelos del Ariari, fragmento de memoria para el libro 54 Años de historia y memoria de Fuentedeoro Por: Luis Antonio Ariza & Oscar Ortiz Abaunza


Mucura Guayupe en el centro del poblado de púerto Santander dibujo hecho por Danid Yate Huertas. 

Camajagua y Lari.
Los abuelos del Ariari
Por: Luis Antonio Ariza & Oscar Ortiz Abaunza

Érase una vez un grupo de humanos que partieron desde un punto que hoy en día se llama Brasil haciéndose llamar ARAWAK, siendo guiados por su gran dios Murciélago, entraron por el sur de Colombia, la zona amazónica. Comenzaron su largo camino hace aproximadamente 3.000 años siguiendo la orientación de espíritus por intermedio de los Chamanes de las grandes fuentes hídricas como el Amazonas, el Orinoco, el Guaviare, Guayabero y el Ariari. Buscaban suelos promisorios y fértiles, hasta que llegaron a una región de suelos fértiles, variedad de riquezas y se quedaron cerca de un río grande que cuando sus aguas bajaban, bajaban cantando. Se desarrollaron como comarca cultivando la yuca fuente alimento y comercio donde se hicieron llamar los Guayupe (los abuelos del Ariari). Su dios Inainagüi los orientó para que cultivaran en estos suelos fértiles, comercializaran productos de la madre naturaleza y desarrollaran una tecnología alfarera avanzada que fuera reconocidas por miles de años y que jugaran un papel muy importante para que se destacaran como el eslabón perdido entre las culturas amazónicas,  andinas y caribes, ósea terrazas bajas y terrazas altas, que gracias a las terrazas bajas existió el desarrollo de las terrazas altas. Como por ejemplo la región del Ariari abastece productos agrícolas al centro y norte del país, seguimos jugando un papel muy importante para el desarrollo de las terrazas altas, siendo la despensa del país gracias a unas técnicas avanzadas que utilizaron estos indígenas para fertilizar estas tierras del Ariari, “despensa agrícola del País”.
Inainagüi (dios de los Guayupe) delegó lideres caciques como el  Quarica jefe del pueblo Makatoa lugar como punto de comercio para intercambio cultural con otras comarcas indígenas, Camaxagua donde le cayó un rayo divino y lo convirtió en el Indio Dormido, ubicado en el municipio de San Juan  de Arama.
En época de la conquista, este lugar recibía el nombre de “Tegua”
Después de la década de los cuarenta y debido  a la violencia política  que  se desataba en el país llegaron a este territorio muchas personas provenientes de otras regiones estas se fueron colonizando en  la zona que actualmente se conoce como la región del Ariari.
Todo esto era una gran montaña pero como algo curioso en el sitio donde actualmente está ubicado Puerto Santander, había una vegetación más pequeña compuesta de chaparro y pastizales, según cuenta don MIGUEL ANTONIO RODRIGEZ ; quien llego siendo muy niño  a esta región  junto con sus padres.
Hacia 1963 en este sitio se fue conformando un pequeño caserío gracias a que el señor RODOLFO GUZMAN donara un potrero, para que las personas que necesitaran construyeran sus ranchos y vivieran con sus familias, inicialmente lo llamaron puerto chaparro, debido a la abundante vegetación de chaparro que había en este sitio, posteriormente lo llamaron puerto cabello, este nombre en honor a un pequeño caño que cruza cerca al pueblo y se llama caño cabello, y posteriormente recibe el nombre de Puerto Santander.
Durante este proceso de colonización los campesinos que habitaron esta zona cuentan que cuando hacían sus labores diarias en el campo siempre encontraban “tiestos”, vasijas en arcilla, a estos hallazgos ellos no les prestaban mucha atención ellos decían que eran entierros de los indios y continuaban sus labores en ocasiones dañando muchas de ellas. Hacia 1970 construyeron el acueducto del pueblo, durante las excavaciones se encontraron muchas piezas de cerámica, pero nadie se interesaba  por estos  hallazgos y puerto Santander continuaba su desarrollo.
En el año de 1989 se inicia la construcción del primer alcantarillado para el pueblo, nuevamente aparecieron  cerámicas, vasijas hechas en arcilla, pero en esta ocasión no pasaron desapercibidas  gracias  al interés de varias personas como ; el profesor GUSTAVO ALFONSO  MARTINEZ, quien era el director de la escuela general Santander, la señora CARMEN RUIZ  y sus hijos, y el  señor OSCAR ALFONSO PABON, quien en esa época era funcionario de la CAMARA DE  COMERCIO DE VILLAVICENCIO, se encontraba en Puerto Santander; estas personas junto con otros colaboradores de la comunidad, decidieron proteger estas cerámicas, con mucho cuidado las sacaban de las zanjas que hacían los trabajadores de la obra del alcantarillado, inicialmente las piezas recuperadas fueron llevadas  a la casa de la señora CARMEN RUIZ, allí fue el primer museo local, algunas piezas fueron pegadas de forma rudimentaria con engrudo de yuca por el señor Gerardo Jiménez quien hacía de restaurador empírico pegando las cerámicas fragmentadas.
La CAMARA DE  COMERCIO DE VILLAVICENCIO, fue el primer ente gubernamental que colaboró con la investigación y difusión del patrimonio arqueológico GUAYUPE , en el año 1992 elaboro una colección de 20 retablos donde nos da a conocer la historia de la cultura GUAYUPE , grupo indígena a la cual pertenecían los hallazgos arqueológicos de Puerto Santander, de ellos se sabe que fue una comunidad indígena de las muchas que habitaban en la época de la conquista, y que  fueron  exterminados por los españoles, dejando solo para comprobar su existencia estos entierros que han aparecido en los últimos años.
Desde el momento de los hallazgos en 1989 Puerto Santander  empezó a ser nombrado y reconocido más allá del ámbito local, ya a nivel departamental y nacional se hablaba del sitio donde se habían dado los hallazgos de los GUAYUPES, en esa época llegaron arqueólogos al pueblo a investigar sobre esa cultura que de ella poco o nada se sabía, pero así como llegaron personas a ayudar llegaron otras a destruir y dañar fue entonces se presentó un éxodo de guaqueros que venían detrás del oro que supuestamente habían en las vasijas.
También desde esa época se tenía la inquietud por parte de los pobladores que estas piezas arqueológicas deberían reposar en un sitio adecuado. Siguió pasando el tiempo y Puerto Santander seguía siendo reconocido gracias a las visitas que hacían muchas personas para conocer las piezas de cerámicas recuperadas también se daba a conocer por medio de las diferentes notas que se escribían en periódicos e importantes revistas como CAMBIO 16.
Después de 16 años de los hallazgos arqueológicos al fin la comunidad pudo ver construido el MUSEO ARQUEOLOGICO GUAYUPE, para esa época las piezas arqueológicas estaban guardadas en un salón del puesto de salud mientras se terminaba la construcción del museo y allí terminaron varios meses a pesar que el museo ya estaba terminado  continuaba desocupado. Nuevamente sobresalió el interés comunitario y en esta ocasión de un grupo de aprendices de guianza turística del SENA, quienes se dieron a la tarea de acondicionar el museo y trasladar las piezas  arqueológicas para el mismo.
En la actualidad el MUSEO ARQUEOLOGICO GUAYUPE, presta un servicio comunitario además de atender las visitas que a diario hacen muchas personas, también se continua recibiendo las piezas arqueológicas que se  encuentran  en la zona; todo esto se ha logrado gracias al trabajo y la gestión que ha venido desarrollando desde hace 6 años la corporación CAMATZAGUA, entidad que se conformó con un grupo de técnicos en guianza turística  egresados del SENA.
Escrito por,
Luis Antonio Ariza Méndez.
Oscar Ortiz Abaunza.

 
Careta Guayupe

Fachada museo arqueolohico en Puerto Santander.

Luis Antonio Ariza Mendez en taller de dibujo de 2014

Oscar Ortiz Abaunza, vigia del patrimonio.

viernes, 22 de mayo de 2015

El día que Dumar Aljure murìo, por Julieta Espinosa Londoño, historia local para el libro 54 Años de Historia y memoria de Fuentedeoro


Dibujo para ilustrar la historia el día que Dumar Aljure murió hecho por David Yate H.
En las bocas de Irique, pequeño caserío ahora inspección del municipio de Fuentedeoro Meta, queda relativamente cerca del rincón de Bolívar donde tenía su asentamiento el capitán Dumar Aljure; solo pasaban cosas diferentes los domingos cuando llegan los finqueros y trabajadores de sus alrededores ah “ Echarse” sus traguitos y luego se armaban peleas a machete, cosa que le mereció el apodo de “Puerto Machete”, en una de esas peleas, Don Sancho Panza y don Manuel Celeida que eran del sector de la Cooperativa y Puerto Nuevo se trenzaron en feroz riña con tan mala suerte que don Manuel cayó en un charco y don Sancho se le fue encima y lo agarro por el pelo y lo consumía una y otra vez pero don Manuel solo atinaba a llamar a su mujer “Guarguarita” o “Barbarita” haciendo burbujas de agua que salían volando por todo el caserío mientras la muchachada corríamos intentando atraparlas.
Otro especial acontecimiento era las frecuentes llegadas de don Dumar Aljure con sus soldados en busca de diversión pero para mis hermanos y yo era motivo de espanto ya que mi padre don José Uriel Espinosa urgía a mi madre María Melba Londoño a que se escondiera en su cuarto y junto con ella corríamos a meternos debajo de la cama todos mis hermanos que éramos ocho contando con Alvarito que tenía apenas meses de nacido, desde allí observábamos todos los movimientos de esos señores y nos causaba gran curiosidad los cintos llenos de balas que llevaban cruzados sobre sus pechos, ellos charlaban y bebían y cada vez soltaban tan tremendas carcajadas que nos hacían temblar de miedo y apenas a murmullos nos contábamos los unos a los otros los rumores que cada día escuchábamos por doquier acerca de este gran personaje: Mi hermano mayor dijo; en la escuela me contaron que mato a un niño porque lo encontró desinflando las llantas de su camioneta, mi hermano Orlay dijo: Si y yo se lo de la negra chon, que ella le iba a dar veneno en un tinto y como él es brujo vio el veneno y entonces la obligo a ella a tomárselo y la negra chon duro todo el día agonizando sin permitirle atención medica hasta que murió; Si dijo otro de mis hermanos a mí me contaron que van los soldados de el a las cantinas y beben hasta emborracharse y cuando llega la hora de pagar se enfurecen y por todo pago le dicen al cantinero vaya cóbrele a Dumar y por supuesto, nadie se atreve a hacerlo y mi pequeña hermana dice: Si, si y una vez mato al cantinero dicen que en Puerto Limón y obligo a la recién viuda a bailar con él, en ese mismo instante; ya tarde  de la noche y susurrando una y otra especulación nos quedábamos dormidos.
Fue el día 4 de abril de 1968 que nos despertaron unos estallidos ensordecedores y nutridos disparos de fusiles y quien sabe que otras armas ¡!!Están atacando a Dumar Aljure!!! Dijo don Carlos Castaño, mientras la gente corría de casa en casa tal vez poniéndose de acuerdo para huir.
Mi pensamiento voló en ese instante y me dije: hoy también se va a escapar como lo hace siempre es perseguido por la ley o por sus propios enemigos, dicen que se hace invisible o que se convierte en una mata de plátano, o tal vez se meta en uno de los túneles que tiene construidos en su vivienda, dicen que uno de ellos da a la cepa de un inmenso árbol de mango que el centro del tronco esta labrado y tiene construidas unas escaleras que van hacia el follaje y desde ahí tiene un mirador desde el cual dispara sin ser visto.
Mientras la gente continuaba con la incertidumbre de lo que pasara, don Juan Zapata alienta a todos diciendo que no hay peligro porque el rincón de Bolívar queda a 8 kilómetros de aquí. Y que además los fuertes vientos que están soplando llevan las balas muy pero muy lejos de aquí.
Entre tanto mi hermano Uriel que ocupa el quinto puesto entre mis hermanos y contaba con apenas 5 años de edad se entretenía comiendo galletas remojadas con petróleo de la nevera que mi padre tenía en la tienda, Uriel era un poco travieso porque además comía jabón, arroz crudo y olía gasolina, no por esto dejaba de ser un chico muy juicioso porque era el encargado de caminar diariamente tres kilómetros para traer la leche que nos vendían donde don Pedro Moreno y además como todos los niños campesinos de su edad sabía nadar y pescar en el caño Irique y en el rio Ariari.
Los camiones del ejército pasaban muy veloces levantando polvo que cubría todo el caserío, apenas si podíamos ver la cantidad de soldados parados vivos que iban hacia el RINCON y luego subir hacia Fuentedeoro los soldados acostados uno sobre otro sin vida. Nosotros ese día nos encontrábamos solos porque mi papá y  mi mamá habían viajado el día anterior a Villavicencio a ver la película “Los 7 del Patíbulo” que en cierta manera dice mi madre tenía un parecido con lo que estaba ocurriendo ese día aquí en el caserío.
En el momento en que la gente se encontraba más angustiada sin saber el desenvolvimiento de los acontecimientos mi hermano Uriel salió corriendo por todo el centro ósea por la única calle gritando y alucinando “Quítenme estos lagartos, quítenme estos lagartijos” y movía las manos como tratando de quitarse algunas alimañas que en su imaginación estarían prendidos en su cuerpo. Este acontecimiento causo asombro pero después mucha muchísima risa entre todos los vecinos que por un momento olvidaron lo que estaba pasando mientras de pronto el rumor “Murió el Capitán Dumar Aljure”.
En mi mente quedo grabado el jocoso acontecimiento de mi hermano y paso a un segundo plano el episodio de la muerte de este magno personaje que en sus inicios fuera un gran libertador y ayudador en la defensa de los liberales en la muy conocida época de la violencia.

Ahora, este caserío donde se desarrolló esta historia recibe el nombre de Puerto Aljure, Fuentedeoro (Meta).
Portada del libro 54 Años de historia y memoria de Fuentedeoro )Meta)

Julieta Espinosa en Asamble del Centro de Memoria el dia viernes 10 de abril de 2015.

viernes, 15 de mayo de 2015

¡Si les contara…! Por: Juan Carlos Rojas Castro Juan Carlos Llanero para el libro 54 Años de historia y memoria de Fuentedeoro

Dibujo para ilustrar la historia Si les contara...dibujo de David Yate Huertas.
Acomódense camarita, siéntense por ahí paraditos.  Ubíquense en un pequeño y bonito pueblo, en el departamento más grande de Colombia, con sus calles amplias, destapadas pero custodiadas por inmensos Samanes en el separador de sus calzadas empedradas y empolvadas. Calles que en número no superan las 3: La primera que es la calle de la alcaldía y la policía, hoy carrera 13; la carrera14 actual, siempre calle principal o del comercio, que es la que viene de Granada y continua hacia Puerto Lleras, y la siguiente, o sea la carrera 15 anteriormente llamada “la calle de los tramposos”.
Llamada popularmente “Ciudad cordial del Ariari”, Fuentedeoro no llegaba a tener aun 50 casas si mal no recuerdo. Vivíamos en el centro sobre la calle principal a media cuadra abajo del parque, en la única casa de dos pisos que había en el pueblo, construida en cemento y madera y con un patio solar inmenso lleno de oportunidades para jugar bajo la sombra de unos mangos que nos surtían de billetes naturales cada que caían sus hojas.
Pero bueno, a lo principal del tema,  a lo que les quiero llevar en el recuerdo.  Justo una casa de por medio hacia el parque estaba la casa de la familia Quiroga Torres, donde por fallecimiento de don Antonio, la autoridad recaía en doña Bertha.  La casa, como casi todas las del pueblo, tenía una fachada lineal amplia, con 6 puertas divididas en dos hojas en tabla que para asegurar al cerrar había que poner por dentro una tranca de madera o tubo atravesados.  El techo de zinc en caída frontal a la vista sin canal permitía que en un aguacero el agua cayera precisamente al final del andén de 1 metro de ancho. Al ingresar al lugar nos encontrábamos con un local comercial donde  funcionó la heladería y después discoteca La Pampa.  Atravesando unos 4 o 5 metros, se llega a un salón amplio que hacía las veces  de sala-comedor justo al lado derecho de la puerta de acceso a una habitación y a partir de ésta, hacia adentro, otros cuartos más  hasta llegar al baño y el patio que se extiende hacia la izquierda donde estaba ubicada la cocina.
A pesar de los calores, propios de la región, para nosotros no guardaba la más mínima importancia este hecho; lo importante era saber cómo labrar un palo con la figura de una ele para jugar a los pistoleros, o cómo hacernos a una lata de sardinas para amarrarle una cabuya y jugar a los carros, igual que machacar tapas de cerveza o gaseosa para aportarlas al hoyo en la tierra. Esos y otros tantos juegos incluidos el soldado libertado, las escondidas, la lleva, “al papá y a la mamá”, el futbol que armaba los equipos paso a paso al “pico y monto” para jugar en la cancha del hoy parque central, el trompo, y las bolas, que iban a tener un rival que se disputaría nuestra atención. 
Para retomar; de nuevo en la casa de doña Bertha, había pocos muebles y ninguno en orden, un piso en cemento esmaltado color gris oscuro con un nivel más alto que el piso del local de la entrada y cuyo alto relieve nos servía de silla.  Esta área iluminada gracias a que no existían paredes que aislaran el patio solar que contaba con un viejo y moribundo naranjo y algunas matas de jardín.  Las paredes pintadas en azul celeste con zócalo café se elevaban unos casi 4 metros para soportar una estructura en madera en troncos cilíndricos de color negro mate que sirven de base a la cubierta de latas de zinc oxidadas, que cuando llovía no dejaban escuchar lo que salía amplificado de una caja mágica que adentro y detrás de un vidrio tenía muchas personas pequeñitas que inicialmente no logramos entender ni pudimos explicarnos cómo lograron meterlos ahí.  Inquietud algo parecida a lo que pensábamos de las películas de Tarzán y las mexicanas que sentados en butacas, bancas y taburetes, veíamos en el teatro Cóndor en pantalla gigante y que rodaban por partes porque ocasionalmente se quemaba la cinta fílmica que giraba en los carreteles del proyector.
Nada más y nada menos que el centro de todas las miradas era el primer televisor que había llegado al pueblo, este primer lugar lo compartía con el del señor Escolástico que vivía unas cuadras más arriba hacia la salida a Granada.  ¡Era un televisor!, si, un televisor de 24 pulgadas en pantalla blanco y negro encajonado en un mueble rectangular soportado sobre 4 patas que incluía en un solo conjunto compacto a lado y lado de la pantalla los respectivos bafles de sonido.  Entre la pantalla y el bafle de la derecha tenía un espacio para los comandos de encendido y las ruletas de selección del canal que al girarlas sonaban: “taque taque taque”. Del televisor en su parte posterior se conectaba un cable plano de dos filamentos que ascendía por entre el techo y la pared para terminar en una antena aérea metálica parecida a una espina de pescado gigante que estaba instalada sobre un tubo amarrado con alambre al techo el cual había que girar para lograr capturar en el aire la señal de televisión que provenía de Inravisión en dos canales públicos sintonizados en los números 5 y 7 si mi memoria no me falla.  El mueble donde venía la pantalla y los bafles era hecho en madera, igual que las cuatro patas con remate metálico al piso. Sobre el mueble del televisor solían poner, para adornar, unas carpetas tejidas en hilo y estas eran utilizadas para poner sobre ellas figuritas en porcelana blanca, un pequeño florero, o un portarretrato.
El espectáculo de la caja mágica, que para ese entonces traía a las pantallas programación como El Virginiano, Bonanza, El Llanero Solitario, Hawai 5-0, conocidos como “enlatados gringos”, Topo Gigio, Centella, y telenovelas venezolanas como Esmeralda y la mexicana Lucía sombra, una de ellas protagonizada por Lupita Ferrer, era lo más anhelado y esperado para hacer durante el día.  Programación que complementaban programas colombianos de las programadoras RTI, Punch y Caracol: como la comedia Yo y tú con Alicia del Carpio y la gorda Saturnina, Concéntrese, El Show de Jimmy, los inmortales: Sábados Felices y El show de la estrellas.
El mayor limitante para el aprovechamiento de la televisión era el servicio de energía eléctrica que para la época de los años 71 y 72 solo llegaba a las casas dos horas al medio día y cuatro horas a partir de las 6 p.m.  Por fortuna en la casa de la señora Bertha contaban con una planta eléctrica Lister, que dependiendo del programa de interés era prendida pero en esas oportunidades había que cancelar $1 para ver televisión y había que sacrificar lo que valía una paleta en agua que solo la vendían los domingos cuando traían grandes termos de icopor con hielo seco en la esquina de la casa de don Ignacio Rojas, que quedaba en el marco del parque.
La familia y los vecinos nos disputábamos el mejor lugar para poder disfrutar lo maravilloso que venía de la pantalla. En los muebles, en el piso, no importaba como pero lo primordial era poder apreciar lo emitido por la televisión nacional. A medida que llegaba un nuevo televidente la pregunta era: ¿Qué están dando? Refiriéndose a que estaban presentando en ese momento.  Todo esto, claro, dependía del estado de ánimo de la anfitriona que en algunas ocasiones, cuando hacíamos mucha bulla por tratar de ser los primeros en gritar que propaganda salía al aire, sencillamente se paraba y apagaba el aparato para que los “chinos” nos fuéramos y al privarnos de las películas o las novelas la opción más inmediata era salir hacia el parque a jugar balón, o arrancar sin camisa a pata limpia o en cotizas para caño Cural o el Guadualito llevando en los bolsillos una cauchera usada en la malsana costumbre de tirarle a los pajaritos.
Con el tiempo, 1 o 2 años más tarde,  ya mi abuelo Luis Antonio Castro a quien conocían como “Luis Bigotes”  había adquirido  un televisor de características similares pero que recuerdo ya era de sistema transistorizado y no de tubos (sin que pueda explicarles lo que esto consiste, pero que fueron argumentos de más modernismo dados por el vendedor) que al conectarse y darle encendido se demoraba casi medio minuto en dar imagen en blanco y negro con sonido monofónico y que al apagarse automáticamente volvía el negro de la pantalla pero durante unos segundos dejaba en el centro un puntico de luz blanca hasta desaparecer lentamente.
Para esa época los televisores eran manuales y nos cogían a nosotros como los controles remotos, - “mijo; cambie el canal” - decían, y creo que era para lo único que éramos felices haciendo caso y nos peleábamos por hacerlo. Nos disputábamos también el encendido y apagado respectivos.
En una ocasión en la casa de mis abuelitos, en un momento cuando no había energía eléctrica dado que eran como las 10 de la mañana, en medio de un aguacero cayo un rayo y vimos fascinados que como por arte de magia se encendió la pantalla del televisor por un segundo pero con la tan lamentable noticia de que el rayo lo había quemado y la única solución era comprar uno nuevo.
Se nos volvió costumbre ver la televisión.  Se convirtió en una ceremonia familiar y de amigos.  Sobre todo en las noches que el protocolo obligaba al maíz pira o ir a la panadería de los Chaparro, que quedaba diagonal a la casa, a comprar cañas o lenguas para comer con gaseosa.  Los fines de semana que las luz la ponían con una hora adicional en la noche, eran sagrados los helados caseros de leche y extracto de vainilla preparados por mi abuelita Luidina.  Como nos servían varios cubos pequeñitos de helado en un vaso o un pocillo, nosotros a veces los derretíamos en una mezcla deliciosa con Coca Cola o Pony Malta.
Ese primer televisor de doña Bertha y el primero de mis “agüelitos”, aparatos que estaban lejos de ser plasma, LCD, LED, y mucho menos inteligentes como los de ahora, no tienen punto de comparación; pero están más cerca de nuestros corazones: el mío y el de familiares y amigos, por lo que significaron en nuestros comienzos de aventuras cuando nuestra única preocupación era saber si, en el capítulo siguiente de la serie de turno, agarraban al malo de la película.

Y como decían en la televisión: “nos vemos mañana a la misma hora y por el mismo canal.”
Juan Carlos Rojas Castro, canta en el III Encuentro de la Memoria Fuentedeoro Dic, 5 de 2013

Juan Carlos, compositor de corr+ios llaneros.

Juan Carlos en compañía de Oscar Ortiz Abaunza a las afueras dek Nuseo Arqueológico Guayupe de Oro.

Socializando sus composiciones.

La bella Bere, progenitora de Juab Carlos Rojas Castro.

martes, 5 de mayo de 2015

Galope de cajuches, historia local para el libro 54 Años de historia y memoria de Fuentedeoro por Jairo Parrado.

Portada para historia Galope de Cajches de Jairo Parrado

Faustino Enciso, el negro Fausto.

Galope de cajuches
Por Jairo Parrado Enciso- El Pacato

En la vastedad de nuestro inmenso llano, donde el mar verde se confunde con el azul del cielo lleno de fascinación y exuberante belleza, donde está el sabor y el embrujo de la tierra, con atajos donde están dos lugares; uno es el hato de “la novilla” y el otro es San Antonio, el que está pasando el lomo del caño guadualito.
Es el hato de “la novilla”, adonde partirá Fausto en 1.929, el hato es propiedad de los Enciso, del pariente Facundo, es el mismo hato donde nació Fausto en 1.917, es mi abuelo, de tez trigueña (cajuche), con tradiciones llaneras, más criollito que la unama, de semblante recio y de valor que identifica al típico llanero Sanmartinero.
A la edad de doce años él ya trabajaba, ya era un hombre y era muy dedicado a las labores del hato como; el trabajo de llano, la vaquería y en sus ratos libres se dedicaba a mariscar.
Luego de estar en aquel hato durante un año, un día de madrugada recibió la visita de Rubín, hijo de Facundo, quien vino a decirle que tiene que tomar camino para San Antonio, mientras tanto Fausto, le sirve un humeante pocillao de café cerrero, como buen llanero sobrio y afable. Mientras tanto desde una troja las paraulatas con sus canillas le señalan su nuevo destino, al occidente donde debe llegar, como queriendo marcar el nuevo sendero para Fausto.
Fausto, coja un atajo dice.- Rubín
-Cual? 
- Por entre esos morichales….dice Rubín
- Es verano… me iré por ahí…dice Fausto

En San Martin, se encontrará con sus dos hermanos mayores Ignacio y Cristóbal, el punto de encuentro será la casa de su madrina doña Eva Rondón.

Al día siguiente Fausto, se apera, monta su caballo cenizo y coge el atajo que le había indicado Rubín.

La tarde soleada sanmartinera lo acompaña y en su casa la madrina Eva lo acoge, donde es recibido también por sus dos hermanos, a la mañana siguiente emprenden camino y pasan el caño Camoa, de piedras grandes y aguas cristalinas. Es 24 de diciembre y la brisa corre por la sabana para llegar a “naranjal”. El  naranjal es la finca de mi bisabuela Julia, fundo que está pasando el lomo del guadualito donde está el “San Antonio” de esos días, donde los esperan también; Sus otros tres hermanos; Cecilia, Erasmo y Francisco llamado cariñosamente –pachito- Julia, los espera con amasijos y CUBAS para la bienvenida del negro Fausto en la noche buena, en la noche de navidad de aquel 1.930.
En las sabanas entre San Martin y San Antonio, galopan en sus caballos estos llaneros de pata al suelo, pasan dos, tres, cuatro y hasta más bancos de sabana.
Ya es tarde, dijo Ignacio, el sol empezó a brillar pero rojizo y frente a ellos luce esplendorosa la montaña, ¡es una maravilla esa sierra! –es una creación- de Dios - como si armónicamente el paisaje mágico les guardara un tesoro de los antepasados llaneros.
-         Es el sol de los venaos.
-         Miren la figura, que deja la montaña refutó Cristóbal.
-         Es Camajagua, dice Ignacio
-         Es jagua, así también lo llama mi mamá, ella dice que es un cacique. dijo Fausto
-         Cierto mi papá lo llamaba jagua. A quien recuerda con mucha nostalgia -Ignacio-.
El sol se tornó aún más rojizo, como presagiando que algo más pasaría, el canto de la sabana avisa también que alguien más los acompaña, y son embestidos por una manada de cajuches, muy rápidos ¡eran más de cien! y entre ellos había uno, que era el líder, era de color café de aspecto rabioso y malhumorado. “El cajuche”, es un animal bravío de zona boscosa, es característico de la fauna llanera, se alimenta de raíces, frutos, hojas, insectos y animalillos.
Entonces los caballos, se asustan, relinchan, y se desbocan hacen que los tres jinetes suelten la rienda, sin rumbo y se pierdan.
Ignacio y Cristóbal cogen de frente, es decir, hacia el caño grande, al que conocemos hoy en día como “Iracá” mientras tanto Fausto, por ir atrás quiere despistar a la cajuchada y coge hacia el sur con tan mala suerte que es alcanzado por los cajuches, tanto que pingoneo y fue a caer al suelo….. Cenizo, asustado se pierde y el negro Fausto presuroso, busca la mata de monte y por entre pajonales se encarama en un árbol, en un árbol de caimaron donde pasa a la intemperie el resto de la noche esperando que los cajuches, se olviden de él o que alguno de sus hermanos aparezca por ahí, pero no es así esa noche nace el niño Dios y amanece otro nuevo día.
Se dirigió caminando por la sabana, hasta el caño grande y luego hasta el guadualito, lo hizo a pie durante tres horas, de esa manera llego a “naranjal” donde lo reciben con alegría sus hermanos y su mama´, que estaba junto al horno y la topochera donde preparaba; el pan de arroz,  las galletas con figuras de animales y “la sopa de pelotas” todo listo para un suculento desayuno de bienvenida.
Para el año de 1931, empieza a parar fundos junto con su hermano Cristóbal, primero en el Kupper paran fundo, pasando el Iracá y más tarde deciden tumbar monte, en el lugar que ellos llamaron “las costas del Ariari” cerca al caminito real donde construyen la primera casa en adobe prensado con colé mocho, madera de chuapo y techo de moriche entonces se funda un pueblo sin proponérselo, un pueblo  mestizo con aires de plaza española con dispersos techos de palma y paredes de bahareque.
Cuando asoma el nuevo día y apenas aclaraba comienzan de nuevo la faena de tumbar monte y tienen que armar camaretas para protegerse del ataque de los tigres, las dantas y los cajuches que para esa época abundaban en la selva, hasta que llegaron al río y se encuentran con esa hermosura de río Ariari, por este sector, ver platear los peces en el Ariari como buen llanero mi abuelo al otro día decide ir en solitario a pescar con anzuelo bocachicos y en busca de un yamú con su chinchorro..
Cristóbal entonces, decide irse y parar un nuevo fundo en la sabana hacia Llano grande.
Para 1935 bautizan al caño, el que está cerca del barranco, cerca del caminito real y cerca de las chorras como el caño “cural”, como buscando un espacio para la misa y así rendirle tributo a la religiosidad católica de los que habitaban el nuevo San Antonio, el San Antonio que apenas se estaba formando.
Para él, era una costumbre estar en noviembre de todos los años en San Martin, para participar en las legendarias cuadrillas donde participaba siempre como “cachacero” o negro africano en el balet ecuestre. En el juego de cuadrillas mostraba su alegría en la pradera todos sus amigos y parientes, cuando lo veían pasar en la coreografía lo llamaban…..Ahí viene el catire Fausto. ¿Pero catire? ¿Por qué? 
En esa tierra sanmartinera, por esos días de festividades conoce a Mercedes y descubre el amor, quien será la mamá de sus hijos; Epifanía, Carlos Julio, Marleny, Hernán, Erasmo y German-el cuba- mi abuela nacida en Calamar (Guaviare), pero desde los cinco años criada en San Martin.
Emprende de nuevo el camino de seguir tumbando monte pero ahora en compañía de Mercedes y su hija Epifanía, continúan y paran el fundo al que llamarían después como el fundo de zanjeraya, decide ir a la serranía donde su primo Patricio, y allí se hace amigo de Felipe, un indio guahibo y lo trae para continuar las tareas de abrir caminos por la selva y más tarde Felipe, se gana la confianza de mi abuelo y le encomienda conseguir para estos trabajos a otros indios entre ellos trae a; Coreguajes, Guahibos, Karijonas, Piapocos y Guayaberos.
Tras el “bogotazo” en 1948, el llano, el Ariari y San Antonio se volvió violento por la persecución del ejército y la policía chulavita a los liberales para acabarlos, es la “violencia política.” hechos marcaron la vida de muchos en el llano y Motivo por el cual se levantaron en Casanare Guadalupe Salcedo y Dumar Aljure.
Marleny es decir, mi mamá aprendió cuando niña a ensillar y montar a caballo para ir al fundo de zanjeraya y para regresar al pueblo
Se acercaba la noche, los verdes pastizales se sumergían en el suave tono amarillo y rojizo del cielo que anunciaba el atardecer, Fausto, reforzando un corral, ve el primer lucero que se asomaba por entre las nubes y en la amplia sabana ve a su hermano “Pachito” en su caballo rosillo, que viene hacia él, Fausto  sonríe, “Pachito” se pierde en la infinita banqueta sin dejar rastro alguno mi abuelo no le presta  atención a esto y continua con sus trabajos en el corral arriando vacas, novillas, mautes, toros y becerros. Más tarde “malcolfa” una perrita criolla que ellos tenían en la finca llega presurosa al lado de mi abuelo, latiendo desenfrenadamente y no paraba de latir…..hasta que de alguna forma mi abuelo, entiende que la perrita, algo le quiere decir y le presta atención a la perrita, esta late, late y late. Que pasa “macolfa” y la perrita corre y mi abuelo la sigue llevándolo a un paraje en la salida que va para la luna, frente a la casa donde hoy está la finca de don Misael, donde encuentra muerto a su hermano “pachito” había caído por las balas de los chulavitas que en esos días fisgoneaban en San Antonio. Decide enterrarlo de carrera, con tristeza y asustado en el mismo lugar donde lo encontró, mientras por su cara corren el sudor y las lágrimas por la pérdida de su hermano, una fuerte tormenta apareció y la lluvia que cae, le ayuda a limpiar las heridas del alma.
Una tarde se encontraba más abajo de la fonda de Alberto Herrera, yendo hacia la luna, donde mi abuelo se encontraba pastoreando su ganado santagertrudis, con su hijo Carlos Julio, mi tío, que era un niño por esos días, cuando fueron sorprendidos, arrestados y llevados por la policía chulavita a la cárcel de San Martin como prisionero, lugar de donde no salía ningún liberal vivo. A las cuatro de la  madrugada los ponían a desfilar y siempre con su hijo Carlos Julio de la mano y en la fila, por esas cosas de la vida y gracias a Dios se salvaba, escogían al que estaba a su lado adelante o atrás para matarlo y él siempre se salvaba, unos meses más tarde fue trasladado a la cárcel de Villavicencio, estando allí conoce de la muerte de sus dos hermanos Ignacio y Cristóbal a manos de los chulavitas.
En la cárcel de Villavo, paso muchas vicisitudes pero al cabo de seis meses respiro la libertad.
Al llegar de nuevo a San Antonio y reencontrarse con Mercedes y sus hijos encuentra en cenizas lo que quedó de su casa, decide construir una nueva casa en el mismo lugar muy cerca del camellón  o caminito real.
Mientras tanto y por pocos días recibe posada junto con su familia en la casa de su amigo José Evelio Chisco, que era la única casa en San Antonio que no había sido quemada por los chulavitas.
Muchos fueron los comentarios que pululaban en San Antonio tras su llegada, que él se había salvado por voltiado y sapo y así lo acusaron ante el capitán Aljure. Entonces el mismo decide presentársele al capitán en Rincón de Bolívar y le dice, que él no es ningún voltiado que el sigue siendo el mismo liberal de siempre, que disponga que va  a pasar con él.
El Capi, le contestó ¡Fausto! yo confió en usted siga trabajando, usted es un hombre de bien.
De las tradiciones de la región
Erasmo también vaquero, hermano de mi abuelo arranca una nueva jornada de enlazar, recoger y llevar ganado de San Antonio a Villao, siguiendo los códigos de vaquería, en llevar al paradero el ganado,  teniendo que  pasar por pueblos liberales y conservadores por los que tenía que pasar tenían que darle vuelta a la mulera, tenían que pasar por Acacias, donde le daban vuelta a la mulera y la dejaban por el lado de color azul, en su recorrido al pasar por el rio guayuriba y al arriar el ganado suena un chaparrazo es la fuerte creciente que trae el rio negro, en seguida lo arrastra junto con su caballo.

San Pascual bailón, en las costas del Ariari. La fiesta a San Pascual Bailón, hizo presencia en San Antonio con devoción de llaneros

Tía Ana? dice Fausto, Mercedes, está muy preocupada uno de nuestros hijos está muy enfermito, pensé en hablar con usted….Erasmito está muy enfermo, entonces la tía Ana profesa hagamos una fiesta a San Pascual Bailón…, ¡hagámosla! es comienzo de mayo ya casi llega ese día, el día del santo, como buenos llaneros organizan la fiesta para alumbrar al santo, a San Pascual Bailón, hubo bebida, comida baile y música de cuerda con Gildardo y Rafico, también carne asada, amasijos hasta tamales comida en abundancia y familia. En la fiesta se le pide al santo que cure al niño, el niño baila con su pareja alrededor de la mesa donde está el santo, los demás niños y los adultos bailan también alrededor de la mesa, se bebe, se come y en su nombre todos los parientes, invitados, trabajadores y llaneros que se hacen presentes en la fiesta piden por la salud del niño y así se anima el festejo que se extiende hasta la mañana siguiente.

Pasaron ocho días luego del festín, cuando iban para el fundo de zanjeraya montado en su caballo “negro” con su primo Victor, los dos iban humando tabaco, Erasmo se bajó del caballo pata abrir el broche del caño Irique, y de pronto sintió que se ahogó, el humo de tabaco le dar una tos muy fuerte, lo que hizo que el niño botara de su boca una especie de anillo metálico que tenía en su garganta mejorando así su estado de salud y sus colores en las mejillas, ese fue el milagro que le hizo San Pascual Bailón, Al niño Erasmo.

Así lo contó muchos años después Victor, “el chueco”, también de la familia, ¡Un remedio a flote!

Los pajonales tostados por el verano fueron testigos de lo que vivió mi abuelo en una tarde-noche cuando presenció “la bola de fuego” que es una imagen fabulosa que se le apareció cuando se dirigía a San Martin llevando unos marranos a pie, en el camino cerca de la laguna del junco donde vio caer del cielo una “bola de fuego” más grande y luminosa que la luna llena, era una esfera brillantísima que lo acompaño por todo el camino entre San Antonio y San Martin llevando los marranos y no le causo miedo “la bola de fuego” hizo contacto con la llanura y se reduce a una altura de cien metros y dentro de la bola se ve una mujer hermosa.

El abuelo relataba que lo insólito de la bola de fuego es que al rodar no quema la vegetación, no seca los caños o daña a los animales ni mata a los humanos. Lo que si sucede es que los perros aúllan aterrados.

Son muchas las galopadas que atesoran y recuerdan los Enciso, como también recuerdo, la última vez que vi vivo a mi abuelo, fue sentado en el separador frente a la iglesia “San Antonio de Padua” estaba conversando con el cura párroco de esa época el presbítero francés Sergio Seguin y le contaba que nunca se imaginó ver al pueblo tan grande. Donde le cuenta todo como era antes y el trabajo que a él le costó conquistar lo que se le vuelve inolvidable. Dejando a su paso por esta tierra lo vivido en la piel de este suelo caliente una marca con hierro que no se borrara nunca.

Hoy al igual que mi abuelo tengo mi propio caballo, pero es un caballo de hierro, un caballo que consume gasolina y también a San Martin me lleva y me trae. ¡Ah! y también tengo un catire, es mi hijo,  el sí es un verdadero catire, es mi hijo, es Juan Nicolás mi Juanni, a quien le gusta los caballitos y los mautes.

Atrás el cacique Camajagua los acompaña pata llegar a San Antonio. dibujo de la autoria de David Yate.

Tio Erasmo ve el lugar donde realizaban el San Pascual.

El abuelo Fausto..... tras una jornada de vaqueria,

La tía Epifania y la abuela Mercedes.