LA CEIBA, EN LA LUNA UN ICONO PARA FUENTEDEORO Y EL ARIARI.

LA CEIBA, EN LA LUNA UN ICONO PARA FUENTEDEORO Y EL ARIARI.
FOTO TOMADA POR JAIRO PARRADO.........

miércoles, 13 de febrero de 2013


Carlos Julio Páez: la vida de un hombre, la historia de una región

don Carlos en su finca de la vereda la luna 

don  Carlos Julio Paez, narra su relato de vida para una historia local
Carlos Julio Páez es un hombre tranquilo y amable, que vive en la vereda la Luna, en Fuentedeoro. Nos recibió en su casa, rodeada de árboles, acompañado por sus perros y pollos, en una tarde lluviosa de junio. Llegamos a escuchar la historia de vida de un hombre de 82 años que conoce la región como la palma de su mano, y que a pesar del trascurrir del tiempo tiene los recuerdos vivos.

Don Carlos llegó a Villavicencio en 1949, proveniente del Espinal, Tolima. Al Tolima había llegado buscando trabajo en los cultivos de arroz, pero tuvo que salir por la falta de oportunidades, por la violencia y por la hegemonía conservadora. En el Tolima tuvo que apoyar a viva voz a Laureano Gómez para salvar su vida, pero esto fue demasiado para un liberal consagrado como Carlos Julio. Así, como muchos pobladores actuales del Ariari, él llegó al llano por la violencia política que se intensificó después de la muerte de Jorge Eliecer Gaitán en 1948. Pero sobre todo, los llanos lo atrajeron por la posibilidad del trabajar en su profesión, lo que le gusta hacer: la vaquería.

Sin embargo, el azar lo llevó a ser parte de la historia de los llanos no solo por el trabajo con el ganado sino por su participación en las históricas guerrillas liberales de los llanos. Por la misma época en que llegó cayó preso al ser injustamente acusado de un robo. En la cárcel se contactó con los hermanos Chitiva, también liberales, quienes conocían de cerca al Coronel Silva, quien hacia principios de los años cincuenta buscaba alzarse en armas y tomarse el comando de policía de Villavicencio. Debido al maltrato que recibió en la cárcel y a que fue desterrado del Meta, don Carlos decidió unirse a las guerrillas liberales de los llanos. Fue su demostración de inconformismo con un sistema de castigo injusto como la cárcel, que en su opinión poco castiga y poco reforma, y que degenera a los hombres. Fue así como llegó al Ariari, en una misión como parte de las guerrillas liberales de los llanos.

Desde entonces, desde 1949, ha vivido la mayor parte de su vida en esta región. Su primer hogar fue en San Martín, pero posteriormente se ubicó de manera casi permanente en San Antonio del Ariari. Durante 17 años hizo parte de las guerrillas, donde le asignaron el apodo de Caritriste. Inicialmente trabajó como guardaespaldas de uno de los lideres del Ariari, Juan Cañola; y según cuenta, fue también uno de los hombres más cercanos a Dumar Aljure, quien varias veces lo encargó de labores delicadas. A Aljure lo conoció en 1953, en una reunión de comandantes en la que se repartieron las zonas de acción de cada uno. A esa reunión asistieron también Manuel Marulanda, quien según Caritriste, eligió comandar Marquetalia, en el Tolima; el Sargento Silva, que tomó Cumaral, Restrepo y la zona del Humadea; Guadalupe Salcedo, que dominó de Puerto López hacia el sur, y Aljure que se quedó en la región del Ariari. En su vida como parte de las guerrillas, fue testigo y vivió en carne propia las penurias que tenían que pasar los soldados de Aljure y él mismo, de las relaciones entre ejercito, policía, el Das y el comandante Aljure para dominar la zona, y de cómo lo traicionaron para poder atraparlo.

Don Carlos no pudo hacer parte del proceso de amnistía que desarrolló en 1953 Gustavo Rojas Pinilla, pues su condición de desterrado de los llanos se lo impidió. Siguió al lado de Aljure y de la guerrilla hasta 1968, cuando el líder liberal fue asesinado por el Ejército al lado de su esposa, su hija menor, y 17 guerrilleros que lo custodiaban en su casa en Rincón de Bolívar. Sin embargo, en 1975 participó en un proceso similar que, como dice él mismo, lo reconoció como ciudadano. Para entonces, tenía dos propiedades en Fuentedeoro, que había comprado honradamente a partir de la venta y compra de ganado en la región; y tenia una familia, compuesta por su esposa Paulina Ortiz y sus siete hijos. Fue entonces, hacia mediados de los años setenta, que don Carlos pudo finalmente oficializar sus pertenencias ante el estado.

A pesar de su pertenencia a las guerrillas de los llanos, hoy en día don Carlos es muy critico con esta organización. Señala con vehemencia que la protección del pueblo no puede hacerse a costa de su dolor. Critica fuertemente los secuestros y extorsiones cometidos por la guerrilla, como una práctica que va en contra del pueblo. Lo mismo argumenta de los paramilitares, que también pasaron por su casa cuando su presencia era mucho más fuerte en la región.

Dice que su vida fue la que le toco vivir, ver, sufrir y sentir. “Lo que ha de ser la vida de uno, cosas de la vida. Uno sabe donde nace, pero no donde se muere, ni las consecuencias de la vida que le puedan venir. Si alguien hubiera sufrido lo que yo sufrí en la vida. Lo huecos de la guerrilla, de los tiempos, de las cosas. De lo que conocí, de lo que me tocó ver.” Sin embargo, cada historia esta acompañada de las sonrisas y carcajadas de quien ve la vida en perspectiva, de quien reconoce y valora lo que fue, y quien hoy en día cuenta sus aprendizajes y reconoce sus errores con la cabeza en alto.

La vida de don Carlos retrata la vida de un campesino del Meta, que llegó a un lugar poco poblado a montar fundo y hacer sociedad. Su vida es también parte de la historia de San Antonio del Ariari, de Fuentedeoro, del Meta. Es la vida de un campesino que ha transitado el camino de la historia de un país que poco o nada los reconoce, y en cuya memoria se encuentran los pasos de millones de colombianos.


Escrito por
Ingrid Diaz Moreno
Antropologa