LA CEIBA, EN LA LUNA UN ICONO PARA FUENTEDEORO Y EL ARIARI.

LA CEIBA, EN LA LUNA UN ICONO PARA FUENTEDEORO Y EL ARIARI.
FOTO TOMADA POR JAIRO PARRADO.........

lunes, 28 de mayo de 2012

BALAM CON SU ARPA MEXICANA Y EDGAR OBED CON LA JARANA



Grandiosa la  presentación de los mexicanos Balam con su arpa y Edgar Obed con la jarana esto en el marco del 8 festival Internacional Infantil del Arpa organizado en la biblioteca Germán Arciniegas de la ciudad de Villavicencio.

BALAM Y CESAR OBED EN SU PRESENTACIÓN CON EL ARPA JARABA EN EL MARCO DEL 8 FESTIVAL INTERNACIONAL INFANTIL DEL ARPA 2010


Grandiosa la  presentación de los mexicanos Balam con su arpa jaraba y Cesar Obed con los cantos eso en el marco del 8 festival Internacional del Arpa organizado en la biblioteca Germán Arciniegas de la ciudad de Villavicencio.


SONIDOS DE RANITAS VAQUERAS EN EL CAMINO GANADERO DE LA VEREDA LA LUNA

martes, 1 de mayo de 2012

EL ESPANTAPÁJAROS - POR CARLOS RAMIREZ RODRIGUEZ PARA EL LIBRO BITÁCORA DE LA MEMORIA FUENTEDEORO 50 AÑOS EN EL BICENTENARIO Y ENCUENTRO DE LA MEMORIA 2011

EL ESPANTAPÁJAROS

Dentro del arrozal veíase a lo lejos una figura que inicialmente semejaba un ser humano; luego, al aproximarse se salía del error al ver que se trataba de un espantapájaros. De una manta vieja habían fabricado toscamente un abrigo que la lluvia había tornado parduzco y descolorido. Un pantalón que de lo mismo viejo no tenía figura de tal, componía el atuendo. Y remataba con un sombrero de paja sobre el palo que hacía las veces de cabeza.

Las aves al comienzo se asustaban y poco llegaban al lote de arroz; pero al cabo de los días se fueron acercando ajaste que perdieron el miedo y ningún temor ofrecía para ellas la estrafalaria figura. Si bien no se aproximaban demasiado como para que le faltasen al respeto, sí iban cada vez reduciendo el círculo invisible del área de influencia del espantapájaros.

El Oscuro Hombrecillo sonrió mientras corría por el bosquecillo que cercaba el arrozal. Sabía que sus perseguidores estaban cerca y apuró el paso. Una patrulla de la policía lo perseguía por atentados contra la moral y la decencia. Había sido sorprendido desnudo caminando por la sabana un día en que las buenas mujeres del lugar se alistaban para comenzar el ordeño colectivo. Al ver al Oscuro Hombrecillo algunas lanzaron grandes voces; intervino la policía y comenzó la persecución que había de prolongarse por varios días .Por fin, hoy, sentíase que la justicia lo iba aponer entre rejas. No tenía escapatoria; eso lo sabía el perseguido pero también sabía que él era más listo que sus perseguidores, el sargento Pérez y los tres agentes que lo acompañaban.  De su frente enrojecida por el sol brotaban hilos de sudor que muy poco se preocupaba por secar.   A la vez que corría, pensaba.  Fue entonces cuando vio el espantapájaros.  Sonrió más ampliamente pues se le había ocurrido una idea sólo propia de un alienado como él. 

Abandonó el camino y se internó en el arrozal, procurando que sus grandes pies no quebrasen las delgadas espigas.   Avanzó hacia el espantapájaros, mirando de reojo el camino.  Apenas llegó hasta éste lo estudió con una mirada y se dio cuenta de que estaba hecho a su medida.  Comenzó entonces a colocarse las prendas que iba arrebatándole al espantapájaros; colocó cuidadosamente un gran manojo de tamo y se subió sobre él para dar una mejor apariencia de ser inanimado.   Extendió los brazos sobre la cruz de varas que servía de armazón y con el sombrero de paja sobre los ojos esperó, observando por un agujero el camino que pasaba a unos cien metros. 

Los agudos ojos del sargento Pérez inspeccionaron el arrozal.  A lo lejos se extendía la llanura ilimite y nada podía pasar inadvertido.  Una garza se levantó a doscientos metros; pero señales de vida humana, ninguna.  Volvió a mirar el arrozal.  Sólo el espantapájaros se erguía en el medio.  Lanzó una maldición:

-Maldita sea, lo perdimos cuando parecía que le íbamos a echar mano.  Descansemos aquí.

A lo lejos el oscuro hombrecillo sonreía.  Se daba cuenta de que había burlado a sus perseguidores; jamás podrían dar con él; sólo era cuestión de paciencia y los policías se irían abandonando la búsqueda. 
 El Sargento Pérez encendió un cigarrillo y paseó su mirada alrededor.  De pronto, mirando al espantapájaros dijo a uno de los agentes:
-Conque usted González  ¿No cree que fui el campeón de tiro en el curso de carabineros?  ¿Ve aquel espantapájaros?  Le apuesto una canasta de cerveza a que le meto quince balas en todo el centro. 
El llamado González dudó calculando las posibilidades de fallar que tenía el Sargento y el fin dijo:
-Se los pega ahí donde se ve amarillo, mi Sargento.

El Sargento Pérez levantó su arma y apuntó con cuidado al buzo de lana que el oscuro hombrecillo lucía debajo de las prendas de espantapájaros.  Tomó respiración y se dispuso a apretar el gatillo mientras en un árbol cercano los chilacos clamaban al cielo pidiendo agua. 

Carlos Arturo Ramírez Rodríguez