Carlos Julio Páez: la vida de un
hombre, la historia de una región
don Carlos en su finca de la vereda la luna |
don Carlos Julio Paez, narra su relato de vida para una historia local |
Carlos Julio Páez es un hombre tranquilo y amable, que vive
en la vereda la Luna, en Fuentedeoro. Nos recibió en su casa, rodeada de
árboles, acompañado por sus perros y pollos, en una tarde lluviosa de junio.
Llegamos a escuchar la historia de vida de un hombre de 82 años que conoce la
región como la palma de su mano, y que a pesar del trascurrir del tiempo tiene
los recuerdos vivos.
Don Carlos llegó a Villavicencio en 1949, proveniente del
Espinal, Tolima. Al Tolima había llegado buscando trabajo en los cultivos de
arroz, pero tuvo que salir por la falta de oportunidades, por la violencia y
por la hegemonía conservadora. En el Tolima tuvo que apoyar a viva voz a
Laureano Gómez para salvar su vida, pero esto fue demasiado para un liberal
consagrado como Carlos Julio. Así, como muchos pobladores actuales del Ariari,
él llegó al llano por la violencia política que se intensificó después de la
muerte de Jorge Eliecer Gaitán en 1948. Pero sobre todo, los llanos lo
atrajeron por la posibilidad del trabajar en su profesión, lo que le gusta
hacer: la vaquería.
Sin embargo, el azar lo llevó a ser parte de la historia de
los llanos no solo por el trabajo con el ganado sino por su participación en
las históricas guerrillas liberales de los llanos. Por la misma época en que
llegó cayó preso al ser injustamente acusado de un robo. En la cárcel se
contactó con los hermanos Chitiva, también liberales, quienes conocían de cerca
al Coronel Silva, quien hacia principios de los años cincuenta buscaba alzarse
en armas y tomarse el comando de policía de Villavicencio. Debido al maltrato
que recibió en la cárcel y a que fue desterrado del Meta, don Carlos decidió
unirse a las guerrillas liberales de los llanos. Fue su demostración de
inconformismo con un sistema de castigo injusto como la cárcel, que en su
opinión poco castiga y poco reforma, y que degenera a los hombres. Fue así como
llegó al Ariari, en una misión como parte de las guerrillas liberales de los
llanos.
Desde entonces, desde 1949, ha vivido la mayor parte de su
vida en esta región. Su primer hogar fue en San Martín, pero posteriormente se
ubicó de manera casi permanente en San Antonio del Ariari. Durante 17 años hizo
parte de las guerrillas, donde le asignaron el apodo de Caritriste. Inicialmente trabajó como guardaespaldas de uno de los
lideres del Ariari, Juan Cañola; y según cuenta, fue también uno de los hombres
más cercanos a Dumar Aljure, quien varias veces lo encargó de labores delicadas.
A Aljure lo conoció en 1953, en una reunión de comandantes en la que se
repartieron las zonas de acción de cada uno. A esa reunión asistieron también
Manuel Marulanda, quien según Caritriste, eligió comandar Marquetalia, en el
Tolima; el Sargento Silva, que tomó Cumaral, Restrepo y la zona del Humadea;
Guadalupe Salcedo, que dominó de Puerto López hacia el sur, y Aljure que se
quedó en la región del Ariari. En su vida como parte de las guerrillas, fue
testigo y vivió en carne propia las penurias que tenían que pasar los soldados
de Aljure y él mismo, de las relaciones entre ejercito, policía, el Das y el
comandante Aljure para dominar la zona, y de cómo lo traicionaron para poder
atraparlo.
Don Carlos no pudo hacer parte del proceso de amnistía que
desarrolló en 1953 Gustavo Rojas Pinilla, pues su condición de desterrado de
los llanos se lo impidió. Siguió al lado de Aljure y de la guerrilla hasta
1968, cuando el líder liberal fue asesinado por el Ejército al lado de su
esposa, su hija menor, y 17 guerrilleros que lo custodiaban en su casa en
Rincón de Bolívar. Sin embargo, en 1975 participó en un proceso similar que,
como dice él mismo, lo reconoció como ciudadano. Para entonces, tenía dos
propiedades en Fuentedeoro, que había comprado honradamente a partir de la
venta y compra de ganado en la región; y tenia una familia, compuesta por su
esposa Paulina Ortiz y sus siete hijos. Fue entonces, hacia mediados de los
años setenta, que don Carlos pudo finalmente oficializar sus pertenencias ante
el estado.
A pesar de su pertenencia a las guerrillas de los llanos,
hoy en día don Carlos es muy critico con esta organización. Señala con
vehemencia que la protección del pueblo no puede hacerse a costa de su dolor.
Critica fuertemente los secuestros y extorsiones cometidos por la guerrilla,
como una práctica que va en contra del pueblo. Lo mismo argumenta de los
paramilitares, que también pasaron por su casa cuando su presencia era mucho
más fuerte en la región.
Dice que su vida fue la que le toco vivir, ver, sufrir y
sentir. “Lo que ha de ser la vida de uno, cosas de la vida. Uno sabe donde
nace, pero no donde se muere, ni las consecuencias de la vida que le puedan
venir. Si alguien hubiera sufrido lo que yo sufrí en la vida. Lo huecos de la
guerrilla, de los tiempos, de las cosas. De lo que conocí, de lo que me tocó
ver.” Sin embargo, cada historia esta acompañada de las sonrisas y carcajadas
de quien ve la vida en perspectiva, de quien reconoce y valora lo que fue, y
quien hoy en día cuenta sus aprendizajes y reconoce sus errores con la cabeza
en alto.
La vida de don Carlos retrata la vida de un campesino del
Meta, que llegó a un lugar poco poblado a montar fundo y hacer sociedad. Su
vida es también parte de la historia de San Antonio del Ariari, de Fuentedeoro,
del Meta. Es la vida de un campesino que ha transitado el camino de la historia
de un país que poco o nada los reconoce, y en cuya memoria se encuentran los
pasos de millones de colombianos.
Escrito por
Ingrid Diaz Moreno
Antropologa