El barranco no
es pa los valientes- Historia Local
Luis Castro "Luis Bigotes" |
Hay numerosos casos de heroísmo ocurridos en la época en que se forjó el espíritu templado de
las personas de Fuente de Oro. Luis Castro había nacido en Soatá donde en las
noches veía brillar las luces de la vereda Chulavita al otro lado del cañón del
Chicamocha pero había decidido irse hacia la región del Ariari donde había
oportunidades para progresar. Empeñoso, jovial, nervudo y amable hasta el
extremo se hizo conocido en la antigua Boquemonte por entretener al público en
torneos improvisados de puño limpio. Llegó a aceptar el desafío simultáneo de
tres hombres a los que derrotó con su habilidad.
Vivía en San Antonio en una casita de palma construida
al borde del barranco que limita las tierras de sabana con las fértiles tierras
de vega, hasta que llegó un día del mes de abril de 1952 cuando el fantasma
chulavita le llegó a las cuatro de la mañana. No era la primera vez que
llegaban pero esta vez iban a arrasar el pueblito. Se oían ladridos, gritos y
disparos en la noche, luego crepitaban las llamas que se alzaban recortando la
silueta de los asesinos. Los sombreros negros de los chulavitas se perfilaban y
de vez en cuando el brillo de un puñal hacía suponer que otra vida era segada
sin piedad.
Luis Castro tomó entonces la decisión más importante
de su vida. Si el barranco era la salvación para la gente que alcanzaba a
detectar la presencia de los criminales, él no saltaría como los demás sino que
haría frente a la situación y que Dios decidiera. Cuando el ritual de sangre
llegó a la casa vecina, alzó en sus brazos a dos de sus hijos aún pequeños,
abrió la puerta de su cabaña y gritó:
“¡No
me maten!”
Y
cuando parecía que sus días terminarían, la voz de un sargento de la policía
que acompañaba a los chulavitas, le salvó la vida. “Es Luis Casto, a ese hombre
no le hagan daño”. Y cesó la acción, subieron a los camiones y se fueron
dejando la desolación a su paso. San Antonio quedó abandonado desde ese día,
sin quién sepultara los muertos. Seis meses más tarde volvió a poblarse poco a
poco y para ayudarle al olvido recibió el nombre de Fuente de Oro. Sesenta años
más tarde aún se recuerda el valor y el temple de Luis Castro que esa noche
miró a la muerte a la cara y vivió para contarle a quien quisiera oírlo que
saltar como hacían los demás no había estado en sus cuentas. Y remataba su
relato diciendo: “El barranco no es pa los valientes”
Carlos Ramírez
Rodríguez
Cc 4095629
Calle 9 N
10-110 Fuente de Oro
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