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Horacio Chacon, en el vivero municipal. |
Cualquier
cosa puede pasar, mas su presencia nunca pasa inadvertida. En el pueblo se le ve ir a su trabajo como encargado el Vivero
Municipal, montado en una bicicleta que, dada su estatura, le queda grande.
-¡Hola
‘Jetas’!- Le grita desde el rapaz de 7 años hasta el veterano de 70. Para todos hay un saludo malicioso como su
mirada de soslayo. Si se trata de una
mujer, tiene la facultad de convertirse en niño, retenerle y sobarle la mano,
mientras le dice: -Hola chumeché.
Para
los demás es:
-¡Jí,
¿cómo achí?!
-¿Cómo
ha tao?
-Bueno
y antón.
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Las plántulas del vivero.. |
Tiene
60 años; pero su apariencia, sus burlas y risas, lo hace aparecer de edad
indefinida. Unos le dicen ‘Jetas’, otros
le dicen ‘Minuto’. ‘Jetas’ por sus
labios gruesos y protuberantes, incisivos superiores que semejan una joyería ya
que tiene oro en cuatro de sus dientes. En una ocasión que lo llevaron a Bogotá
le recomendaron que no abriera la boca porque correría el riego de que le
arrancaran los dientes de oro. Él tomó tan en serio el aviso, que sus compañeros de viaje no lo
reconocieron por su actitud grave y silenciosa.
Quienes
lo llaman ‘Minuto’, dicen que es por su baja estatura, que no supera los uno con cincuenta. Un francés que vino al pueblo, confundido por
los comentarios lo llamaba: ‘Monsieur Le Minute’ en medio de las risas del
respetable público.
Prototipo
del colombiano taimado y chocarrero, es bastante atrevido con las mujeres. Las
mira con descaro y no vacila en piropearlas, aun en presencia de sus maridos.
De
origen campesino, de Líbano, Tolima, de vez en cuando se le salen las frases:
-Vusté no sabe ni lo que dice. Le gusta tocar guitarra y cantar, sobre todo en
noches de luna. Se sienta con toda su
familia en el andén y empieza a interpretar toda clase de aires colombianos,
mientras sus hijos lo acompañan con tamboras, baldes, tapas, charrascas,
etc. Pero no hay que decirle que
interprete Los guaduales de Jorge Villamil, pues lo hace así: -Lloran, lloran
los ‘guaudales’- sin que haya la más
mínima oportunidad de que atienda una corrección.
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Afiche IV Encuentro de la Memoria Fuentedeoro. |
Es
además un mortal depredador de la fauna.
Armado de una escopeta de fisto, persigue especialmente armadillos y
gurres, al punto de que aseguran que tiene la trompa de un gurre de tantos que
se ha comido. Si se le observa de lejos,
sus facciones lo delatan lo mismo que su figura gruesa, casi sin hombros,
dientes prominentes y piernas muy cortas. Visto de cerca, llama la atención su
faz rubicunda, grande y alargada, ojos medianos y maliciosos, su cachucha roja,
sus grandes muelas y dientes dorados que difícilmente caben en su boca. Es todo cordialidad y chanza; se sabe mil resabios, dichos y cuentos. Para cualquier tema tiene sus apuntes graciosos
o de doble sentido.
Pocos
resisten la tentación de hacerle bromas o de tratar, inútilmente, de salirle adelante en
picardía. Puede decirse que se las sabe
todas. Mantiene el rictus de la sonrisa
eterna. Un amigo de él afirma: “Mi Dios
le dio esas muelas como para que nunca esté serio”.
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La autora de la historia local, Galdys Espinosa Londoño da lectura a su escrito |
Por
las calles del pueblo lo ven a pie o en su bicicleta, cuidando los árboles o
recogiendo semillas. Ahora es un empleado público en uso de buen retiro.
Si
uno pregunta por el personaje típico de Fuente de Oro, a muchos se les llena la
boca para decir en voz alta: -¡Pues ‘Jetas’!
Organizado
en unión libre y con muchos hijos. Por
estar enamorando, la esposa, después de aguantarlo por unos 36 años, protestó;
pero él la ablandó con sus argumentos verbales, hablando como un niño pequeño:
-¡Tranquila, Chumeché! Sin embargo, algo
grave debió de pasar, pues se le vio algo mohíno durante un tiempo.
-¿Qué
pasó, Minuto?
-La
mujer que me echó y que no quiere seguir conmigo y que no y que no.
Antes
de los 15 días compró gafas oscuras, un bluyín y otra cachucha y se paseaba en
una moto 80 por las calles del pueblo.
La gente preguntaba:
-Y ¿Quién es ese ‘gomelo’? La respuesta no pudo ser más sonora:
-¡Pues
‘Jetas’!
NOTA: Esta semblanza se
escribió en vida del personaje, quien colaboró con generosidad y luego tuvo la
oportunidad de leerla, divertido, al reconocerse en ella. Ahora debe estar en
el cielo haciendo reír con sus gracejos a las once mil vírgenes.
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Gladys Espinosa Londoño, en el IV Encuentro de la Memoria Dic. 5 de 2014 |