Por Pedro Pablo Umaña Álvarez
Al
pasar por al frente de su casa en mi bicicleta vi a doña Chavita sentada en una
silla reflejando el pasar de los años, la saludé y me brindó una sonrisa
agradable que inmediatamente recordé el olor de los tomates frescos, el dulce
olor de la panela, el aire correr por las ventanas y el ruido de los niños al
hacer la fila para recibir su almuerzo y otros pidiéndole a doña Chavita un
poquito de jugo por que habían quedado con sed. Ese era un lugar para reírnos
de nuestras travesuras y aventuras de todo un día de escuela. Cuando la
distinguí, tenía el cabello blanco, de estatura pequeña, pero de alma grande,
una sonrisa que reflejaba alegría y la amabilidad.
Todo sucede en el restaurante escolar, un
comedor que queda en la Institución San Antonio del ariari, un sitio donde los
niños iban y recibían sus almuerzos de lunes a viernes, yo almorzaba allí porque
mi mamá trabajaba y nos daba para comprar los almuerzos. También el lugar donde
nos llevaba a mí y a mis hermanos el desayuno cuando se nos hacía tarde para ir
a la escuela, corra hacia el restaurante y pregúntele a doña Chavita si mi
madre ya nos había llevado el desayuno porque tenía hambre. Es una señora muy
conocida por que por varios años fue la encargada de manejar el restaurante
escolar más de una generación pasó por ese lugar, mis tíos y familiares pasaron
por ese lugar.
Sólo espero que doña Chavita
mantenga esa llama de alegría y que cada vez que pase por su casa, vuelva a
recordarme mis vivencias de niño que guardo como un tesoro.
Ek restaurante escolar en la escuela. por David Yate Huertas |
Doña Chavita, en su casa de la calle 9 entre carreras 14 y 15 del barrio el Centro. |
Afiche IV Encuentro de la Memoria. |
Pedro Pablo Umaña, quien escribio la historia. |
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